la oREJa en tu mANomAURICe eCHEVERRÍa
nOVIEMBRe 2009

eDITORIAl zANATe




















EL ODIO DE UN CRIMINAL


Matar mujeres es lo mío.

No me gustan para nada.

Están rellenas
de tulipanes viejos,

imanes, córneas:
todo eso llevan dentro.

Lo sé, he visto.

Son:

manufacturadoras
de olores evidentes,

costillas,

negables.

























CORALES MANCHADOS


Caminar y la ciudad,
entre corales manchados,
se agiganta siendo y no siendo.
Mi caminar es como
hundirse en una taza
de miel obscurecida,
y he llegado así
a brillantes conclusiones:
el inconsciente es
el esperma de Dios.
En general, no me toma
mucho tiempo hallar
a la próxima víctima,
deducirla, cavilarla.
¡Resbalarán sus cabellos
hasta el piso tan frío!





























SOÑÁNDOTE, TE TOCO


Soñándote, te toco,
toco la seda enferma de tu vientre,
te sueño, te beso,
te voy amando obligatoriamente.









































LAS COSTILLAS


¿Por qué no me miras a los ojos?
¿Por qué te escondes?
El mundo está lleno de seres como tú,
de Costillas,
de Estatuas,
de Hembras de Mármol.
¿Por qué quieres ser igual a Ellas,
cuando yo soy distinto a Todos?
¿No éramos felices,
no eran nuestros dedos felices,
no estábamos no cerrados?
En tu corazón viven las Chinches Fluorescentes.

































EL AMANECER (I)


Va y viene:
el canto del pájaro,
latente,
quemante
en la calle casi sola.








































EN LAS MAÑANAS


En las mañanas,
los seres inocentes

desayunan,

hacen sus cosas,

sin detenerse
a pensar un segundo

en esos monstruos
de erecciones violentas

que doblan en el acto
a sus víctimas

y las envuelven
en salivas negras.



















PLAZA


Ellas
circulan, oh caminan,
muy cerca de mí,
sus pensamientos rozan
mis pensamientos,
sus intenciones rozan
mis intenciones,
su lujuria es casi la mía,
y sin embargo nunca se dan cuenta
de nada, no sospechan
porque están muy ocupadas
con sus vidas circulares,
habitándose se mueren
antes de yo matarlas.































ESCARLATA


Atardecer: 
paloma torcida. 

Los bordes huyen,
tragados por el sol

que se apaga
en el asfalto. 


































LA NOCHE HA LLEGADO


Condecoremos a la noche,
al fin se ha presentado.

En su garganta, carnalmente,
se descomponen las 100 tripas.

































REPTILES, RAMERAS


Reptiles, rameras,
como diciendo:
el tiempo no existe,
como diciendo:
nuestra es la eternidad,
como diciendo:
nuestra saliva es casta,
lo que más se pudre en nosotros
es casto, lo que nos hace sangrar
es casto, es muy y demasiado casto,
el alfiler llamado SIDA,
que brilla en el amanecer,
humilde en manos ebrias,
es casto,
los moteles/purgatorio,
los humos,
los tigres, todo casto.
Bailan en las calles,
se arrancan los pezones,
los reptiles y rameras,
infatigables, hablándose
en sucio hebreo, en sonetos de miseria,
invocando al toro de los cuerpos,
como diciendo:
los perros y los reptiles, las rameras,
hemos robado la noción del círculo a los dioses,
y somos ancianos,
y por es por ello que nuestros dedos
largos, esqueléticos, consumidos,
andan buscando
otro enigma, en el sudor de los muertos.















TE VEO


Pura,
pragmática santa,
expirando en las orillas,
enigma sin misterio, sin historia,
haber salido a la noche es tu crimen,
y el mío, aún por realizarse,
te ha dado un nombre: Trilce.






































TE SIGO VIENDO


Tu sonrisa
es para todos, no para mí,
y eso me hace especial
ante tus ojos que no me ven.

Pero el caso es que yo sí te veo:

soy capaz de verte
hasta que las campanas renuncien,
y echen su último aliento,
latiendo en esta espera y en este encuentro,
en esta vocación de agradarte sin conocernos,
en lo oscuro, cuando no sabes que soy tu espía,
y soy tu Dios detrás de las cosas.































TRILCE


Cómo me entristece verte
entrar con esos otros
a otros cuartos,
en ello no hay poesía,
ni aún tristeza,
es más bien un sentimiento seco,
un ajedrez ya jugado siete mil veces,
en dónde las piezas se han
gastado hasta el vacío,
la oreja derecha, o es la izquierda,
se me cae, y debo recogerla
con cierto pudor vergonzoso,
y ponérmela de nuevo,
y repetir, nuevamente,
una alianza con la urna
lenta del hastío.





























POEMA DEFINITIVO DE LOS CELOS (I)


Tu ausencia a mi lado
me pone muy nervioso.

Tu manera de no besarme
es un relámpago carnicero.

Desde esta lejanía te observo
–traspasador de muros–

mientras el otro, te dice:

mortal; monótona; miel podrida;

y tú respondes servicialmente:
sí; sí; sí;

y los alambres de tu vientre
se conectan con los suyos,

y aceptas los insultos,
porque te hacen arder.

Suyos son los rasgos de este lunes.

A su alrededor flotan las veces
que aún no lo has lamido.



















POEMA DEFINITIVO DE LOS CELOS (II)


Mientras él te penetra,
te lame heroicamente la espalda,

tú piensas en otras cosas, en otros.

Él te quiere fatigar,
pero eres tú quien lo fatigas a él.

Él te quiere robar el aire,
pero eres tú quien le robas el suyo.

Éste es tu juego.

Tú has inventado las reglas,
tú los líquidos,
tú los gusanos.  

Son ellos tus mayordomos, tus putas.

Déjame ser tu puta a mí también.   

























POEMA DEFINITIVO DE LOS CELOS (III)


La bombilla brilla más un poquito,
y la piel de los amantes es la piel de los puercos,
de las ventanas, de los seres superiores,
es la piel de la locura, aunque sea alquilada.

Oficina.

Esta es tu oficina, maldita,
tu actualidad capitalista,
tu MODUS VIVENDI.

Me mata saberte así,
se me rebalsan los nudos de aceite,
se me rompen las porcelanas internas,
se me queman las esquinas,
me trago tus trescientos orgasmos,
el té de tus entrañas,
los abajos de tu ser.

En tus máquinas,
en tus maneras establecidas de sudar,
en tus poros vive mi deseo, atrapado.























POEMA DEFINITIVO DE LOS CELOS (IV)


Este dolor
como ala envuelta
en saliva.

Aves, arrecifes flotan.

La orina no tiene sentido.

Aorta, fluidos, páncreas.

Ningún sentido.


































POEMA DEFINITIVO DE LOS CELOS (V)


El César dice:
"Has jugado tu papel".
"Y ahora pagarás."
"Tu ano es como un nudo
que hay que tocar con la lengua."
"Pero me has traicionado."







































POEMA DEFINITIVO DE LOS CELOS (VI)


Tú, sin copia, huérfana en tu orgasmo.
Hay una ebullición en tu hocico de rata,
como una música doliéndose,
más negra, más inacabable que tú,
inclusive que tú, que nunca acabas.








































LA METAMORFÓSIS


Estoy completo.
Lo lento es ya lo duro.
Estoy listo para ingresar
a los túneles de la carroña,
en dónde mitades humanas
exhiben sus fealdades.
Ya estoy aquí, arquitectura y hielo,
traigo conmigo un alarido aniquilante:
eso gris, eso palpado,
eso cama y eso muro,
eso sucio de ti y ese olor,
serán aniquilados.
Voy a terminar con tu epidemia,
con tus criaturas herméticas,
con todas tus máscaras devotas.
En mis ojos,
algo curvo es
lo que siempre ha debido ser.
Las sílabas, las escamas del pez brillan.
Lo geométrico ha comenzado.


























MODUS OPERANDI


Te muestro, Trilce,
mi única baraja, el dinero.
Ríes, te burlas, cumples
con el ritual de ser puta.
Atravesamos los umbrales necesarios.
Fumamos: el espejo duplica nuestros vasos.

Yo digo algo a veces.
Y tú, a veces, escuchas.

Luego fornicamos sin conciencia,
sin ser yo el asesino, ni tú la víctima.

Te han educado bien, Trilce.
Te han cortado a la medida.
Han hecho bien su papel
el minotauro y sus tijeras.

Sabes los secretos más arcanos,
has aprendido a jugar correctamente
con las partículas del insomnio,
a esconder gaviotas debajo de la cama.

El ron se acaba y no se acaba.
No sé si tu cuerpo está preso
en el mío calcinado o es al revés.
No sé si hay algo más intacto
que el humo soltando sus pedazos
encima de nuestro fuego terco.

Te veo las vértebras, las espinas,
pescado sin mañana, la brisa o niebla
incandescente que se mueve
en tus helechos y en tus párpados.
Ciertamente, la luna aquí no hace falta.
Huésped sin memoria, sin mar,
hijo nuestro, el deseo,
asemejándose al instante
que huye de los cuerpos, y sin escape
es abolido por las ráfagas de la metralleta.
Así transcurren los minutos de esta hora
(pero te he pagado más de una hora, Trilce).

En ti mi pulida verga,
mi frontera en tu rota esquina,
resucitando teológicamente
a todos los Lázaros del barrio,
en este sepulcro en dónde ardemos,
en donde las mariposas vuelan
en concéntricos círculos de fuego,
en donde beso tus uñas preferibles,
tu ventana, tu pecho, tus labios sintéticos,
hundiendo mi lodo en tu corazón oscilante.








































EL CRIMEN


Las carnes del crepúsculo,
los espantos rojos,
las largas polillas,
todos esos burócratas
con los cuáles ciertamente
hoy te has acostado,
un dulce grito cristiano,
te esperan en tu herida,
en dónde será sacrificado,
moralmente, un becerro.

Marte mira:

a su hijo exacto el cuchillo;
a su hija sinuosa la sangre.

Has sido transplantada
al reino de las asesinadas.

¿No te das cuenta?

Eres libre, ramera.























EL CRIMEN (SEGUNDA VERSIÓN)


Te traspaso,
me hundo en ti,
me uno a tus destrucciones,
a tus criaturas,
a tus amarillos,
a tus soles,
a tus vulgares palabras.

Me uno a tus marionetas,
a tus carbones,
a tus incensarios,
a tus cocaínas,
a tus remordimientos,
a tus Julios,
a tus Pedros,
a tus Ezequieles,
a tus telenovelas.

Me adhiero
a tus cachorros muertos,
a esa caricia cíclica, tu sangre,
a todos tus reos me uno,
sagrado motín.

Me uno
a tu danza,
me uno
a tu ley,
me uno
a tu forma de tomar cocacola.

Me uno a todos tus labios.













EL CRIMEN (TERCERA VERSIÓN)


Después de cada vino,
habiendo copiado hasta la saciedad
todas las configuraciones y los abrazos,
quién duda que ha llegado la hora de apedrearte.

Después de haberte dado mi larva consistente,
el amarillo nuevo de mi progenie exacta,
el millón de transparencias y de razas,
así yo cubriendo tus grutas con vida inútil,
cuán necesario es olvidarlo todo, bruscamente.

Debajo de nuestra cama, un tiburón convulso,
una sed del tamaño de todas las desolaciones,
sube calentando tus dientes hirvientes,
las cortezas del grito, tu grito de mejilla marcada.

Y los mares vienen a lamerte los dedos engarrotados.

No sé qué es lo que te he heredado,
ahora que hasta tus labios han cambiado,
una lágrima absorta se desliza sobre la superficie
de tu muerte, una luz tersa te envuelve, nunca musa,
un alba de tu ceniza fisurada, música inaudible casi,
y es preciso acercarse quedamente a tu pecho
–y a la mentira de tu pecho– para escucharla.

Me dispongo a violar tu frontera de cadáver.
No seré yo quién simplemente te contemple.
Ciertas palabras mías luchan por treparte,
mientras esas venas tuyas se derraman,
se esconden bajo la cama, como huyendo.















LOS CÓMPLICES


Púrpura es el propósito de todas las cosas.

Atroces pontífices,
muchos soldados,
demasiados rivales
no han visto sus propias
manos últimamente.

Es tu muerte eso púrpura en sus manos.

También ellos te han asesinado.

































NATURALEZA MUERTA


Son tantas las versiones de Trilce muerta:

Trilce muerta pero tibia aún;
Trilce muerta pero fría ya;
Trilce sangrando;
Trilce sangrando sonriente;
Trilce con mano sobre pecho agujereado;
Trilce recostada contra el muro;
Trilce dura como un soneto;
Trilce en posición de adalid;
Trilce con rostro de horror;
Trilce estómago gentil;
Trilce manantial de heridas.

Etcétera.






























EL AMANECER (II)


Lugar brillante de la sortija,
temporal espacio en dónde las semillas

aúllan,

sótano de luz del Universo.

Algunos mortales

–algunos borrachos,
otros simplemente vivos–

lo contemplan,

el amanecer,

y contemplándolo
comprenden mejor

lo débil y lo sólido,

la pared circular del vaso,

la vida íntima de la oreja,

la costumbre de ciertas geometrías,

la labor de los santos, los mares,

los santos corceles.

El amanecer es una mariposa
sobre la noche oscura
y sobre el hierro.











QUIERO DORMIR


Los párpados, sagrados párpados
que fueron abiertos por la brisa,

hoy se han cerrado,

devorando hacia dentro la nieve de los huesos,
absorbiendo la intensísima ceniza
que une los mundos, y forja los espejos.

Ya estas uñas inmortales quieren dormir.
Están hambrientas, y quieren dormir.

Páncreas, semen, todo tiende
a las densidades, a las grietas.

Todo se hunde en la estatura de lo oscuro,
por todo el silencio y la espera.  

Así es la duración cuando enloquece.

Así son los viejos molinos cuando se pudren,
bajo las aguas ciegas, entre reyes de arena.























SUEÑO


La costa está mojada como una tumba,
como un balazo perforando sangres,
como una oveja arrojando líquidos
cuando cae al abismo,
al original pecado.
Es la sed esto.
Es el pánico y es la sed.
Es el escorpión
despeinado, loco.
Los siglos,
percibo que los siglos
son pedazos de algo,
de un viento que estalla en pedazos
contra una roca, contra una nuca,
contra una mueca.
Violines decrépitos.
Aviones muriéndose de frío.





























UNA NUEVA VÍCTIMA


A ti te llamaré Alaíde.
A ti te llamaré
de muchas formas,
pero básicamente
te llamaré Alaíde.
Te llamaré cárcel, crepúsculo,
y sobre todo Alaíde.

Tienes cejas, tienes sangre,
tienes, Alaíde, una herida fecunda,
que pronto va a desaparecer.


































EL SECRETO DE LÁZARO (I)


¿Nunca has visto a uno de esos
llamados Jesucristos,
nunca has visto uno de esos mutantes
con sus tentáculos y aceites
descuartizando mariposas locamente?

Yo soy uno de esos llamados Jesucristos.

Vine a limpiar tu templo.




































EL SECRETO DE LÁZARO (II)


Tuyos, virgen tajante, los silencios.
¿Por qué no dices nada?
¿No nos estábamos divirtiendo, hace un rato?
Quiero que tus manos, dedos, y cenizas,
vuelvan a tocar al ángel de las catorce
hileras de dientes.

Te volveré a azotar, si así lo quieres,
hasta que la noche no sepa discernir
lo vivo de lo muerto.



































EL SECRETO DE LÁZARO (III)


La muerte está en ti.
Enrojeces sólo de saberlo,
tus labios enrojecen, tus mejilla,
tu espalda, tu espalda, toda entera
sucumbes al pudor de saberte muerta,
y ese pudor te invade y te penetra.
Y en este orgasmo tan solemne
estás torcida y todo está en silencio.





































EL SECRETO DE LÁZARO (IV)


Muerta.
Desnuda Dos Veces.

Desnúdate aún más.
Ofrécete más, ramera.

Que el hielo no te
aparte de tu oficio.

Absorbe el grito
de mi pecho.


































EL ANO


Me gusta mucho
tocar el ano de una muerta.

En el ano de una muerta
hay un mundo que empieza,
una exhalación,

una mano que irrumpe buscando ayuda,
envuelta en saliva y muerte,

buscando el falo de un hombre,
para ahorcarlo.

El ano de una muerta
es su última boca:

su último nacimiento.




























EL AMANECER (III)


Amanece: la mujer está muerta.

Sea este amanecer el entierro
de la mujer, su verídico asesinato.

El cielo, la bestia infinita,
envuelve las fábricas con su ausencia,
funda las ciudades, y con su luz las delata.





































INSOMNIO


Di, espacio, cómo haces
para reunir tus piedras ardientes.

Di, ciudad, qué habitas aparte de ti misma,
qué enigma, qué tiempo, qué cuerpo de cuál mujer vacía.

¿Por qué razón te respetan así las palomas,
por qué ellas desean hablar pero no pueden, comiendo labios?

Lo indecible habitas,
lo lentamente no dicho,
lo demonio, lo risa, lo círculo.

Has fundado una progenie sobre miel
sangrienta: allí has puesto las cosas: esqueletos,
gaviotas, cráneos subastados, armas de fuego.

Sobre el dolor de lo sagrado
ahora hay avenidas, cañerías, hay teléfonos.

Objetos mojados: paredes, córneas, relojes.

La esperanza, mi esperanza:
no dormir: jamás dormir.

Rechazar el sueño que confabula
con la arena de los párpados
–larga arena loca de los párpados.

No beber agua: caminar.
No decir nombres: caminar.

Correr. Los pájaros de crines blancos
traspasan la ciudad; la ciudad, lengua enterrada.










DEJEN QUE YO CORRA


Corro porque los hombres queman.
Corro porque nada hay transparente.

Déjenme correr.

Siempre ha sido igual: huir.
Siempre un enemigo oscuro,
un capitán venido de los océanos de la sangre,
pisándome los talones del frío.

Abrir la puerta,
ingresar la llave, a toda prisa,
sin mirar atrás.

Abrir y cerrar, una a una, las puertas:
bajo ninguna circunstancia mirar atrás.

No confundirse de llave.
No equivocarse de cerradura.
No errar, no.

Apretar con la mano
derecha los nervios.






















ME ESCONDO EN UN PERRO


Me escondo en un perro
porque no sé a dónde ir.

Me oculta su hígado,
esperando la noche.

No soy el único.

Adentro del animal,
otros viven, como yo.

Los veo subir las escaleras,
salir y entrar de los cuartos,
con los ojos siempre vacíos.

También a ellos
los están buscando.

Y tampoco tienen uñas.
Han rascado demasiado.

Comen pescados viejos,
o restos de basura,
y labios a veces.

Juegan interminables
partidas de póquer.

Beben ron amarillo.

De vez en cuando,
alguno se desespera,
decide volver al mundo,
salir del perro.

Dejamos que se vaya.

Tarde o temprano,
todos terminaremos
haciendo lo mismo.






HOY TE ESCOJO AL AZAR


Hoy te escojo al azar,
para no escogerte del todo.

Estás aquí, reconozco
en tus tiernas pestañas
a los verdaderos insectos.

Es fascinante.

Hay imanes en tu risa, vergüenzas.

De haberte seleccionado yo,
no habrías sido la misma.

Habría más ceniza en tus ojos.

Pero vienes de lo ignoto y lo más
rosado, qué suerte la mía.

No son fríos tus dientes.

























UN BESO, POR SORPRESA


Un beso, por sorpresa.

¿Cómo es que
sabes de estas cosas,
cómo es que sabes del amor,
tú, incontables veces traicionada?

Y no hablo del amor general,
del amor que está por doquier,
el amor de los otros, el sucio amor
de las canciones de amor.

Hablo del amor en mí.
¿Cómo sabías que estaba
tan escondido, tan sepultado,
que no se movía,
que no quería ser visto,
que así frío y mineral había
que tomarlo por sorpresa?

¿Cómo sabías que te esperaba,
sin acaso él saberlo?

¿Que era tuyo, sin querer?

Tu risa le ha devuelto a ese amor
la novedad de esperarte,
y en realidad ya ni siquiera te espera,
porque ya te necesita.

¿Piensas en mí, o sólo ríes?

Mírame otra vez.

Dame un beso, por sorpresa.










AGUJAS


Agujas, más de tus agujas
rozando el acto de mi miel.

Aprende a coser los ojos
de este gladiador, de este cerdo.

Ahora mismo aplasta y continúa aplastando
las luciérnagas, los besos, las plegarias,
las molares, las llagas y los territorios,
la estructura general de este pecho,
con tu martillo o ladrillo milagroso,
con tus millones de millones de agujas.

































ME DAS HAMBRE


Ahora debo, una a una,
arrancar todas tus alas,
y dejarte desnuda
y temblar, pequeña.

Como tú, temblar.
En la tiniebla, temblar.

No soy yo quién te muerde.
No soy yo quién te está mordiendo.

No soy yo arrancándote un seno,
sangrando tu sangre,
buscando especiales negrores.

No soy yo el traicionado.
Ni tú así la bella.

Este momento no se ha consumado.


























EL COBARDE


Si pudiera entrar en ti,
ingresar en tu pecho,
acobardarme allí dentro.

Dios mío, si pudiera.

Si cuajar en ti pudiera
hasta olvidar, en una esquina.

Si pudiera hacerme aire en tu sangre.



































APARICIÓN (I)


No,
no es tu cuerpo:
son tus orillas, formando un gemido.

Eres tú, mojándome.

No hay arma,
ni látigos, que puedan herirte.

Ya estás muerta.

¿Es que no escuchas?

Has vuelto.
Has vuelto de las ciudades.

Traes arena en tus zapatos:
arena después de todo negra.

Esta sangre ya no es tuya:
y no puede salpicarte.

La materia, el hielo tremendo:
nada de esto te pertenece.





















APARICIÓN (II)


Aproximo la mano: seda.

No hay mano,
no hay mar
que pueda tocarte.

Hasta la brisa
se ha diluido
en tus laberintos
pálidos.

Comulgaré.

¿No me ves de rodillas?

No hay otro terciopelo
más que el tuyo.

No hay más enfermedad.

Todo lo has borrado.

No hay más error.






















APARICIÓN (III)


En tu vientre hay un cristal,
una luna anunciando
las hambres,
un corazón a solas
a punto de extinguirse.

Espero ser yo
el único cobarde
contemplándote ahora,
contemplando la espina
de tu voz infinita.

Espero que Dios no exista.
Espero que Dios no exista, no.
Espero que no pueda ver tus manos.






























APARICIÓN (IV)


Danza estrangulada de caminos,
furia de vasijas rotas,
deidades robándose para siempre el pan.

Aquí el llanto en todas las habitaciones sin mediodía.
los dados rodando al silencio de la llaga,
cayendo desde el filo de la mesa hasta la ciudad
cárdena de los arrecifes y los presidios punzantes,
hambre inconsolable, destiñendo los vasos, los búhos,
el hielo, envenenando los diques, los dedos, las horas.

Hombres gateando como niños.
Niños gritando como hombres.
































SILENCIO


Silencio raspando
niños, insomnios.

Silencio raspando azules
paredes grises.

Silencio raspando
párpados.

Silencio que lo raspa todo,
raspando nieblas que aúllan sin éxito,
raspando esperas.

Silencio raspándose,
provocando un insoportable silencio.































LA OREJA EN TU MANO


Tengo algo para darte. Me gustas.
Te pareces a alguien que quise mucho.
Alguien del pasado.
Se llamaba Sien. Imagínate. Sien.
Pistola en la Sien. Ho ho.
La verdad: me costó un poco matarla.
La verdad: la quise mucho.

Estaba preñada.

Pero no es de Sien de quien
deseo hablar, sino de ti,
o más bien del regalo
que para ti tengo.

Por favor. Es para ti,
pero también para Aquél.
Por favor, llévaselo, llévale este presente,
al que lo hizo todo, al Gran Pintor.
Dile que me disculpe pronto.
Ve, anda. No te quedes allí, fría.
No me engañes con tu muerte.
Sangro porque te amo.
Esta es mi oreja: es tuya.





















ESPERANDO LA VOZ


La noche, o parte de la noche,
se oculta en tus cabellos.

Entre las sábanas,
la niebla, o parte de la niebla.

Y el bombillo.

Todo ese plancton silencioso.




































FRÍO


Uñas, cenizas, cuchara:

lo que se enfría,
lo que baja de temperatura,
lo que espera.

Arañas duras
en las telarañas duras
en las esquinas endurecidas
del cuarto.



































CONFESIÓN DE UN CRIMINAL


A veces un hombre
se va llenando
de mujeres muertas.

A veces un hombre
se va llenando
de sonámbulos.

De oscuros septiembres.

De leche gris no derramada.

A veces
se va llenando
de dos hombres a la vez.

De cinco hombres a la vez.

Todos hablan,
o permanecen callados,

y es cuando un hombre
se llena de silencio, a veces.

A veces, las horas
son como capas geológicas:
lo aplastan, lo asesinan con peso mudo.

Los pescados no gritan.

Sombras y sombras.

A veces un hombre
se va llenando
de mujeres muertas.










LA BODA CÓSMICA


Bienvenidos a mi boda cósmica.

Bienvenidos a mi nueva forma
de usar la navaja.

Ya sé en dónde está la luna.

Y todos los insectos.

En mis venas.

Ya sé en dónde estás.

Estás en mis propias venas.






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La oreja en tu mano by Maurice Echeverría is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 Guatemala License.